Los meses de noviembre y diciembre son los favoritos para los aficionados a la caza en Málaga. En esta época coinciden los días hábiles para la caza mayor de especies como el ciervo, gamo, muflón, jabalí y cabra montés con el levantamiento de la veda de la perdiz roja,  liebre, codorniz, becada, zorro o conejo.

La Consejería de Medio Ambiente de la Junta marca las temporadas de caza y pesca continental en la región y pone las reglas del juego para hacer compatible este deporte con la protección de la flora y la fauna autóctonas.Pero muchos no compiten de forma limpia.

En lo que va de año, el Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil ha presentado 23 denuncias por furtivismo en caza mayor. En la modalidad menor se han abierto 170 expedientes. Las cifras se asemejan a las de 2009, lo que muestra, según señalan desde el Seprona, que el miedo a sanciones penales y económicas no ha conseguido disuadir a quienes realizan estas prácticas.

Según las mismas fuentes, existen dos tipos de ilegales. Por un lado, están los profesionales que se dedican a capturar especies protegidas o fuera de temporada para venderlas a coleccionistas con pocos escrúpulos o a crear su propio palmarés con piezas que luego no pueden homologar como trofeos certificados por la Junta. «Hay mucho desaprensivo que caza fuera de los periodos hábiles, aprovecha el celo de los animales para pillarles desprevenidos, busca especies protegidas o no atiende a las limitaciones de ejemplares por cazador que marca la Junta, pero ese está especializado en el furtivismo y va al campo con silenciador, prismáticos nocturnos y buscando una compensación económica»,  dice Miguel Ángel Gallego, de la Asociación de Guardas de Caza de Andalucía.

En el otro lado, están los cazadores aficionados que con la crisis no pueden pagar los precios de los permisos o que recurren al furtivismo para llenar la despensa llevándose a casa un jabalí o unas perdices. Desde la Federación Andaluza de Caza y desde la Asociación de Guardas de Caza confirman que este segundo tipo es el que más se ha incrementado con la crisis económica. Su objetivo no es vender las piezas en el mercado, sino para autoconsumo, como una forma de apoyo para la economía familiar ante los rigores de la crisis. «Aunque sea por necesidad, la caza tiene que realizarse con unos límites y respetandolas normas; este tipo de personas, sea cual sea la razón por las que se convierten en ilegales, son delincuentes y dañan la imagen de cazador legal», explica José María Mancheño, presidente de la Federación Andaluza de Cazadores, que cuenta con 17.000 asociados en la provincia de Málaga. «Los furtivos son apenas el 1% del total de cazadores», asegura. 

Cerco a los clandestinos  

Mancheño indica también que el furtivo ocasional lo tiene muy difícil. «Además de los agentes de la Guardia Civil, de Medio Ambiente y los guardas de caza de los cotos, tiene que evitar a los cazadores de las sociedades de caza, que velan por el buen cumplimiento de las reglas en cada zona», señala. Por eso, a menudo estos ilegales tienen que trasladarse a cotos alejados de su ambiente para evitar que les reconozcan. El próximo 15 de enero empieza el periodo de caza de perdiz roja con reclamo. Y una vez más, el campo estará vigilado para poner cerco a los clandestinos.

LAS CIFRAS:

23 han sido las denuncias presentadas por la Guardia Civil en la provincia de Málaga por furtivismo en caza mayor.

170 cazadores fueron denunciados por la Benemérita este año por realizar batidas y no tener licencia para la caza menor.

55 personas fueron imputadaspor capturar especies protegidas y en peligro de extinción, tres menos que en la misma fecha del año anterio 

 

Sigue la lucha contra los cebos envenenados en el campo

La consecuencia más grave del furtivismo es el daño medioambiental que ocasiona al batir a animales protegidos. Según la Guardia Civil, este año se han registrado 55 capturas de especies en peligro. Fuentes del Seprona señalan que, afortunadamente, los ciudadanos están cada vez más concienciados y denuncian este tipo de conductas. Pero el daño no solo lo hacen los cazadores. En el campo, el Seprona trata de luchar contra los cebos envenenados, a menudo colocados  por agricultores y ganaderos. «Nos preocupan mucho más estas técnicas que la caza furtiva porque las consecuencias son más graves para las especies», indican. En los casos de captura ilegal, el Seprona actúa decomisando las armas y, en los más graves, deteniendo a los supuestos responsables. Pero cuando se trata de cebos envenenados, buscar al culpable resulta muy complejo.